Historia
Asomarse a la
Historia del Estado de Querétaro es como mirar un caleidoscopio: Puedes
escuchar tacones que despiertan la lucha independentista o ver saltos de
balones de piedra; se entrecruzan nombres como Querenda o Andamaxei y
denominaciones como “muy noble y muy leal”; señores purépechas dominantes,
Pames y Jonaces que siguen su camino; los últimos momentos de un imperio y los
primeros de la República; centro de la ‘Ruta de la Plata’, tres veces capital
de la Nación, la tercera ciudad del Reino, y el destino de una conquista
dibujado en el cielo.
Remontando los años
prehispánicos, encontramos en Querétaro a pobladores ocupados en la minería,
mismos que nos dejaron como huella de su paso las construcciones en Ranas y
Toluquilla.
Las tribus nómadas Chichimecas ocuparían después también esos
espacios, pero serían los Purépechas los dominantes en la región. A ellos se
les atribuye, en una de las versiones, el nombre de esta entidad: K'erhiretarhu
(K'eri significa “grande”, ireta, pueblo, y rhu, lugar) o K'erendarhu,
(k'erenda, peñasco y rhu, lugar). Y aunque parte del territorio fuera invadido
en un momento por Moctezuma Ilhuicamina, Querétaro no fue tributario de los
aztecas.
Fueron
principalmente dos grupos quienes se encontraron en Querétaro con los
españoles, alrededor de 1528. Sería una conquista relativamente pacífica, en la
que destaca la alianza del cacique Conin, después bautizado como Fernando de
Tapia, con Hernán Pérez de Bocanegra y Córdoba. Parte de este pasaje histórico
es la leyenda de la batalla en el Cerro del Sangremal, donde el impacto por la
aparición del apóstol Santiago vencería a los Chichimecas, dando el triunfo a
los Otomíes aliados con los españoles.
Llega el periodo
del Virreinato, durante el cual Querétaro tuvo importancia tanto estratégica
como económica, conectando importantes regiones comerciales y siendo también
eje en la simbiosis religiosa y cultural que ocurría en el país. Este periodo
también es relevante para el estado porque entre 1726 y 1738, vio nacer a su
construcción más célebre y representativa: el acueducto de la Ciudad, que
además de cumplir una función práctica fundamental, sería en adelante un
símbolo inequívoco de Querétaro.
Desde luego, y como
es bien conocido para orgullo de sus habitantes, Querétaro fue uno de los
engranes más importantes en el movimiento de la Independencia nacional. Fue
aquí donde se detonó el Grito de lucha y libertad con la alerta de la
Corregidora, Josefa Ortiz de Domínguez, para avisar a Miguel Hidalgo. Lo que es
más, fue Querétaro semillero para las grandes ideas independentistas de hombres
y mujeres de valor: la Corregidora, su esposo, don Miguel Domínguez, Epigmenio
González y muchos más; revolucionarias tertulias en las que surgieron
planteamientos que cambiarían para siempre nuestra historia, y que aún hoy
rigen la evolución de nuestro país.
Precisamente por
ello, esta entidad también figuró como actor clave en posteriores momentos
definitivos para la identidad nacional, principalmente en el periodo del
Segundo Imperio y la Guerra de Reforma; fue a la vez testigo de la firma del
Tratado Guadalupe Hidalgo, las batallas entre el ejército Republicano y el
Imperial y el fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo. Posteriormente -tras
años de difíciles batallas por el valor estratégico de la geografía queretana-
la esencia de nuestra nacionalidad se concretó aquí mismo, en el Teatro de la
República, plasmada para siempre en la firma y promulgación de nuestra Carta
Magna: la Constitución de 1917.
En la segunda mitad
del siglo XX, Querétaro continuó evolucionando a la par del resto del país,
integrando los avances tecnológicos en transportes y comunicaciones a su vida
diaria, y ampliando la diversidad de su población, así como de sus actividades
económicas. El crecimiento del estado ha sido particularmente excepcional en
las últimas décadas, aumentando tanto sus habitantes como sus posibilidades,
originando nuevos centros productivos y turísticos, y refrendando su lugar
único en el escenario nacional.
Desde las tribus
que caminaron esta tierra hace varios siglos, hasta las innovadoras industrias
que hoy crecen a su alrededor, la historia de Querétaro es convergencia de
colores y formas, de culturas y caminos; es la unión de un pasado que nos
enriquece y llena de orgullo, caleidoscopio de héroes, batallas, y pueblos que
fortalece la visión de un futuro promisorio para nuestro estado.
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